El poder de la decisión


Una habilidad que debemos ayudar a desarrollar en los individuos de todas las organizaciones es la capacidad de decidir. Cuando nos hacemos cargo de nuestra vida, cuando comenzamos a construir nuestro destino, ayudamos al desarrollo de la humanidad. Existen muchas personas que no toman decisiones, es más fácil obedecer. “El que obedece… no se equivoca” se señala en ciertos ámbitos políticos. Sin embargo, es de mayor mérito arriesgarse, tomar decisiones, conducir nuestra propia vida. Así es como real e intensamente, nos sentimos vivos.
De lo anterior surge una reflexión: ¿si tomo mis propias decisiones, en verdad modificaré mi entorno? Si me hago cargo de mi mismo ¿Quién me garantiza que efectivamente tendré influencia en lo que me ocurre?
Existe una historia que señala los problemas que tuvo una persona al intentar cambiar el mundo, su ciudad, su comunidad y su familia, hasta que observó que para cambiar su mundo, primero debería cambiar él mismo.
Stephen Covey, en las primeras páginas de sus 7 hábitos de la gente altamente efectiva, nos habla acerca de los círculos de influencia. Nos señala que existen cosas que están fuera de nuestro control (aparentemente), pero que, si trabajamos en la dirección correcta podremos modificar. La idea fundamental de ese tema tiene que ver con esa concientización de que, Dios tiene muchas ocupaciones como para perder tiempo en tus trivialidades y por ende, tú y sólo tú eres la persona que debe luchar por la modificación de lo que te rodea. No dejes en manos de la providencia lo que tu debes trabajar primero: “ayúdate…que yo te ayudaré”, “A Dios rezando…y con el mazo dando”.

Comentarios

Cuauhtémoc ha dicho que…
Estimado Profe:
Yo mas bien pienso que Dios tiene todo el tiempo del mundo y si se le acaba haría mas, pues el lo creó, por tanto no imagino un Dios ocupado, al contrario, prescindimos tanto de él que a veces tiene tiempo libre, en cuanto a lo de nuestras trivialidades dice San Pedro (1Pe5,7) “descargad en el todas vuestras preocupaciones, porque el se interesa por vosotros” verás, creo que lo que pasa, es que quizás el considera las prioridades humanas como trivialidades (éxito, dinero, poder, etc.) y lo que consideremos nuestras trivialidades sean tal ves para el las verdaderas prioridades, como la caridad mostrada a través una sonrisa, un gesto de agradecimiento, una caricia, el perdón o simplemente, el silencio.
El problema en la cultura occidental es que tendemos a ver las cosas de manera dual, blanco o negro, bueno o malo, cuando la realidad es de una gran variedad de tonos gris, desde el casi blanco hasta el casi negro, entonces queremos o dejarle todo a Dios sin hacer, como bien dices, “lo que nos toca”, y por supuesto abusando de la providencia, pero ojo, tampoco hay que creernos autosuficientes, que todo depende de nosotros o que todo lo podemos. Y si hablamos de equipos, pues hay que hacer equipo con Dios, y no cualquier equipo, sino un equipo de alto rendimiento pues la sinergia con el creador no es de 1+1=3 sino de 1+infinito=infinito. Hay que encontrar un objetivo común con Dios y dignificar el trabajo al poner nuestros talentos al servicio de los demás, que la sinergia será grandiosa.
En la cultura Japonesa, se habla mucho de armonía de mente cuerpo y espíritu y se entiende el trabajo como un proceso, es el Do, que significa camino, así tenemos Aikido, (camino de la armonía espiritual), Shodo, (camino de la escritura), Chado, (camino del té), Kado, (camino de las flores) y muchos otros Do, o caminos, para referirnos a tareas y oficios, tan cotidianas como la caligrafía, preparar una taza de té o un arreglo de flores y este camino exige el Kaizen (la mejora continua) el perfeccionamiento, por eso es fácil entender como los Japoneses recibieron tan bien, la filosofía de calidad que acabaron nacionalizando, perfeccionando y retransmitiendo al mundo, por eso también Ouchi, (citado por H. Kasuga) expresa en el cuarto punto de la teoría Z, que hay que crear una filosofía que abarque el aspecto espiritual del trabajo, lo que llama el “objetivos de orden superior”.
En la cultura occidental también existe una idea parecida, pero ha sido poco difundido y poco asimilado o comprendido. Es el antiguo “Ora et labora” (oración y trabajo) de San Benito, el “Ora como si todo dependiera de Dios y trabaja como si todo dependiera de ti” de San Ignacio y el “han de andar como Marta y María juntas” de Santa Teresa (Marta como ejemplo de laboriosidad y la María como ejemplo de oración). Tres grandes contemplativos que fueron muy prolíficos en obras (para sorpresa de los que piensan que ser contemplativo es abstracción de la realidad y del mundo).
Así que los refranes en que la sabiduría popular ha sintetizado estas ideas de “a Dios rogando y con el mazo dando” y “ayúdate que yo te ayudaré” significan colaboración y coparticipación con Dios en las obras, pues me parece así lo quiere el, en la Eucaristía, vemos como Dios toma en cuenta nuestra participación, “fruto de la vid y del trabajo del Hombre”, “fruto de la tierra y del trabajo del hombre”, es decir gratuidad de Dios al darnos los frutos de la tierra y de la vid y nuestro trabajo para transformarlos en pan y vino. Es la dignificación del trabajo, no castigo, al menos así lo veo yo.
Bibliografía:
Hermelinda Kasuga de Yamasaki, Círculos de Calidad, Editorial Grad, México D.F., 1991.
Michael Paul, Vivir Zen, GAIA Ediciones, 2000.

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