La Piedad Mich.


Despúes de impartir clase en diferentes campus de diversas universidades, aún no he perdido la capacidad de asombro respecto a los perfiles de los alumnos. He tenido la suerte de tener alumnos muy responsables, trabajadores, respetuosos y comprometidos con lo que hacen. También he tenido en mi clase alumnos malhablados y con un sentido de responsabilidad muy laxo. Desafortunadamente estos últimos son la carga que impide que la nave vaya mas deprisa. Sin embargo, son nuestra razón de ser como profesores. Me explico: todos deseamos contar con excelentes alumnos, pero, cuando con nos encontramos con aquellos que no lo son, surge la verdadera casta del profesor como coparticipe del crecimiento integral del alumno. Trabajar con alumnos ya formados es fácil, pero trabajar con alumnos con grandes deficiencias es muy desgastante pero al final de cuentas muy satisfactorio. En este último caso el experto en educación debe descender de su pedestal y enfrentarse a los problemas terrenales: No saben escuchar mas que a si mismos, no esforzarse al hacer un resumen más que para copiar y pegar ( copy-paste) "... porque el resumen es decir lo que el autor dijó... si lo digo con mis palabras lo estoy interpretando...", el lenguaje florido y abundante ("...si güey...no güey..."), el entrar sin saludar e intentando, por lo tarde y sin solicitar permiso, pasar desapercibido.
Nada de lo anterior me asusta, sólo me ocupa. Estoy trabajando en una licenciatura (son dos) de una de las mejores instituciones educativas nacionales. Mi compromiso es fuerte, los alumnos muy valiosos, de hecho muchos son diamantes que necesitan pulirse y por ello estoy seguro que con esfuerzo y trabajo, lograremos excelentes resultados.

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